Algunos
medios de comunicación occidentales han publicado recientemente una multitud de
informes muy publicitados en los que se acusa a China de vender medicinas
falsas en África.
La
lluvia de ataques comenzó cuando el periódico británico The Guardian alegó en
un artículo contentivo de entrevistas a personeros ligados al sector salud, en
primera plana a finales de diciembre, que China estaba exportando a Uganda y
Tanzania, una gran cantidad de medicamentos contra la malaria falsos o en malas
condiciones.
Las
palabras de uno de los entrevistados parecían arrojar cierta luz sobre el
origen de la acusación infundada. Un funcionario de la Autoridad Nacional de
Medicamentos de Uganda dijo a The Guardian que creía que las medicinas falsas
venían de China porque "China está entrando en el mercado africano con
todo tipo de productos... Traen hasta aquí tantos de sus propios productos como
les es posible, en todos los niveles de calidad posibles".
Según
esta lógica, cuando surja un escándalo en África por pescado con patatas fritas
en mal estado, sabremos con certeza a quién culpar, ya que ambos alimentos
conforman la base de la dieta del pueblo británico debido a su notoria falta de
imaginación gastronómica.
Tras
una investigación, los reporteros de Xinhua descubrieron que ciertos
empresarios locales producían y comercializaban medicamentos contra la malaria
falsos bajo el nombre de los medicamentos de origen chino. En Uganda, los
medicamentos contra la malaria producidos en fábricas chinas han estado
sometidos a un control exhaustivo por parte de las agencias locales de
regulación de medicamentos.
La
Organización Mundial de la Salud ha alertado de que más del 10 por ciento de
los medicamentos vendidos en los países en vías de desarrollo pueden ser
falsificaciones. La situación es aún peor en ciertas partes de Asia y África.
No
obstante, decir que hasta la tercera parte de los medicamentos para la malaria
que circulan en Uganda y Tanzania son falsos o deficientes, con "la
sospecha de que la mayoría de ellos proceden de China" es una acusación
imprecisa e infundada que usa a China como chivo expiatorio para todo lo que
pueda afectar al suministro de medicamentos.
Una
imagen tan negativa del rol de China en África como ésta se corresponde con una
percepción popular pero imprecisa en Occidente de que China está ofreciendo un
apoyo generoso a África movida por "intereses ocultos".
Esta
conclusión dogmática e interesada refleja la inquietud de Occidente ante el
creciente poder económico de China, así como su ascenso en el estatus
internacional y sus vínculos estrechos con los países africanos.
A
pesar de ser un país en vías de desarrollo, China se ha unido a los esfuerzos
globales por poner fin a las enfermedades infecciosas en África, donando
medicamentos, enviando equipos médicos y materiales, y construyendo hospitales
para salvar tantas vidas como sea posible.
China
ha enviado 17.000 miembros de personal médico a África y ha conseguido curar
más de 200 millones de africanos desde 1963, jugando un papel imprescindible en
la mejora de la asistencia médica y los servicios de sanidad públicos del
continente africano.
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