lunes, 5 de junio de 2017

Adiós a la fecha de caducidad de los alimentos. ¿Se aplicará también este planteamiento a los medicamentos?

La mayor reunión mundial de envases alimentarios Meetpacking 2017, encumbra al nuevo etiquetado que informa sobre el estado del producto


«Yo veo un yogur y ya puede poner la fecha que quiera que yo me lo voy a comer». Esta frase que hizo pasar a los anales de la historia al exministro de Agricultura y actual comisario europeo Miguel Ángel Arias Cañete, podría dejar de tener sentido muy pronto. Tan pronto como los confusos conceptos fecha de caducidad o fecha de consumo preferente desaparezcan de los productos frescos que habitan en los lineales de los supermercados.

Tal vez usted no sea tan aventurado como el exministro comiendo productos caducados. No se apure, no está solo. Según el Ministerio de Agricultura ocho de cada 10 hogares desechan alimentos sin procesar por considerar que no están en buen estado. De hecho, buena parte de los 3,7 millones de kilos de alimentos que tiramos cada día en España se deben a que han caducado antes de la fecha de consumo, y ahí está el verdadero debate: ¿quién y cómo decide sobre esa fecha? En España existe una regulación que obliga a las empresas alimentarias a etiquetar sus productos con la fecha de caducidad o consumo preferente, pero ésta no se decide en función de una serie de patrones homogéneos, sino que depende de cada empresa en función de sus propias investigaciones.

Acabar con la discrecionalidad de esas fechas mediante innovaciones en el envase que permitan conocer realmente el estado de un producto envasado es una de las cuestiones que se han abordado en el congreso Meetpacking 2017. Una de las soluciones que plantean los expertos son las etiquetas inteligentes, capaces de informar sobre el estado real de un producto. Se trata de una nueva generación de etiquetado que incorpora capacidades sensitivas y un código de colores de tal forma que permite distinguir, por ejemplo, en el caso de un bote de leche, si está en buen estado (verde) o si ya no se puede consumir (rojo). Pero el sistema va más allá, ya que admite una serie de gradaciones que, gracias al análisis de los gases y componentes que desprende el producto en sí, facilitan conocer el nivel exacto de maduración de un producto. «En supermercados de Estados Unidos ya se está empleando en el caso de la fruta que está embalada o de la carne», cuenta Sergio Giménez, responsable de negocio del Instituto Tecnológico del Plástico, Aimplas.

Esta tecnología es fruto de un trabajo de investigación de la Universidad de Beijing que presentó hace un par de años la Sociedad Americana de Química y que consistía en unos botones o parches que se podían colocar sobre el packaging del producto. Ahora la investigación ha avanzado y empresas como OnVU o ripeSense están comercializando estas etiquetas para consumir de un modo más inteligente y evitar el desperdicio. ¿Cuándo veremos esta tecnología aquí? Giménez asegura que queda mucho tiempo, ya que el exceso de transparencia sobre el estado de un producto puede ser una barrera para los distribuidores, al igual que el incremento del coste que supondría este etiquetado.
Y hasta que estos desarrollos lleguen, las innovaciones en el mercado español de los plásticos van encaminadas a la creación de envases convenience, adaptados a las exigencias de comodidad del consumidor: envases recerrables, más ergonómicos y manejables, con fácil apertura o con diseños microondables que faciliten la preparación en el mismo paquete, reduciendo así el tiempo necesario para cocinarlos.
La mejora de los envases barrera también es un campo de trabajo importante, ya que aíslan a los productos de gases externos, pero a la vez, gracias a la micro perforación invisible como la que tienen los paquetes de ensaladas preparadas que cada vez se consumen más, se permite que los productos respiren, dando salida al etileno y permitiendo la entrada de oxígeno. Y una vez terminada la ensalada, el objetivo es seguir mejorando los procesos de reciclaje, ya que antes los productos reciclados se destinaban a crear productos de bajo valor añadido, como bolsas, y el reto ahora pasa por que ese mismo envase gane en calidad y pueda volver a utilizarse para lo mismo, cerrando así el círculo.

Fuente: elmundo.es

No hay comentarios: