El Daraprim es un
veterano fármaco cuyo componente activo, la pirimetamina, se usa desde
hace décadas como profiláctico contra la malaria y para combatir la
toxoplasmosis. El verano pasado, la compañía Turing Pharmaceuticals se
hizo con sus derechos de venta en EE UU. En horas, un medicamento que valía
13,50 dólares pasó a costar 750. El caso desató una gran polémica en ese país y el fundador de la compañía ha acabado en los tribunales. Pero
el caso del Daraprim es solo el caso más extremo y mediático de las muchas historias
en las que las farmacéuticas maniobran para frenar la llegada de los
medicamentos genéricos lo antes posible y a un precio asequible, según afirma
un informe.
"Las compañías
farmacéuticas tienen hoy una única misión: maximizar los beneficios para los
accionistas y las bonificaciones para los directivos aún a costa del perjuicio
y la muerte de los pacientes", dice el profesor del Centro Anderson para el Cáncer de
la Universidad de Texas (EE UU), Hagop Kantarjian. "Se trata de un cambio
fundamental en su misión tradicional que era dual: ayudar a los enfermos
mientras lograban una beneficios razonables", añade.
Imagen tomada de Internet |
Kantarjian y un
grupo de colegas, entre los que hay médicos y profesores de derecho expertos en
patentes, han publicado un informe con las tácticas que usan las grandes farmacéuticas para
retrasar la llegada de los medicamentos genéricos que puedan restar mercado a
sus propias formulaciones. El estudio, que se centra en la situación en EE
UU, ayuda a entender un fenómeno que parece paradójico: el progresivo
incremento del precio de los genéricos. La investigación, publicada en Blood, la revista de la Sociedad Estadounidense de
Hematología no se basa en ninguna trama oscura, se apoya solo
en datos públicos de la Comisión Federal del Comercio de EE UU, informes de la
Comisión Europea o resoluciones judiciales. Así que el relato solo cuenta lo
que se sabe y se ha demostrado.
Una de las tácticas
es tan imponente como legal. En EE UU, la industria farmacéutica y de la salud
es el mayor grupo de presión ante los políticos. Solo en aquel
país, el sector dedicó más de 475 millones de euros en 2015 a hacerlobbying, es decir, presión política, según datos del
Senado estadounidense. Buena parte de los esfuerzos de lobby de los medicamentos se concentra en
endurecer el régimen de patentes y defender la propiedad intelectual e
industrial de las grandes compañías estadounidenses en el resto del mundo.
Pero hay otras
tácticas no tan legales. Es el caso de lo que llaman Pay-For-Delay, o pago por retrasar la llegada de los
genéricos. Cuando la patente que protege un fármaco de marca está a punto de
expirar o, al menos, es cuestionable ante los tribunales, la farmacéutica dueña
del medicamento paga a los laboratorios que pensaban sacar un genérico para que
no lo hagan. Este mecanismo se puede retorcer aún más: las grandes
farmacéuticas denuncian a los pequeños laboratorios por infringir su patente
pero, en vez de exigirles una compensación económica, acuerdan pagarles una
cantidad a cambio, claro, de retrasar su genérico.
Así, entre finales de 2005 y
principios de 2006, la farmacéutica Cephalon firmó cuatro acuerdos con otras
tantas compañías de genéricos para que no lanzaran al mercado sus versiones de
un medicamento para tratar problemas del sueño y que entonces hacía furor, el
Provigil (modafinilo). El año pasado, tras años de litigios, Teva
Pharmaceutical Industries (que había comprado Cephalon), acordó con la FTC
compensar a aseguradoras, farmacias y usuarios con 1.200 millones de dólares.
Uno de los coautores de este informe,
el profesor de la Universidad Rutgers, Michael Carrier, analizó en un estudio
previo otra de las artimañas usadas por algunas de las grandes farmacéuticas.
Se trata de la introducción o el simple amago de un genérico autorizado por la propia
compañía que posee la patente. En principio, esta entrada puede
tirar de los precios para abajo pero, como escriben los autores, "la
amenaza de la creación de un genérico autorizado sirve como herramienta de
coerción". De hecho, en muchos acuerdos se incluye la cláusula de que la
detentadora de la patente se compromete a no sacar su propio genérico.
La FTC, que tiene
una sección dedicada solo a vigilar estos acuerdos, estima que el
pago por frenar la llegada de los genéricos en cualquiera de sus versiones
tiene un coste para la sociedad estadounidense de unos 3.500 millones de
dólares al año, su mayoría en forma de sobrecoste de los fármacos.
Aunque el informe
se centra sobre todo en la situación de EE UU, el problema del retraso de los
genéricos por las maniobras de la industria no es exclusivo de ese país. Desde
2009, la Comisión Europea fiscaliza los acuerdos entre fabricantes de fármacos
de marca y genéricos por litigios de patentes. El sexto informe, publicado en diciembre pasado y correspondiente
a 2014, desvela que el 39% de los acuerdos incluía alguna limitación de entrada
del genérico en el mercado y el 12%, además, añadía algún tipo de compensación
por parte de la dueña de la patente.
Uno de los casos más
sonados fue el seguido contra la farmacéutica Lundbeck que, en 2002, acordó con
cuatro fabricantes de genéricos que retrasarían la llegada de sus fármacos. Una
década más tarde, la Comisión Europea impuso una multa a Lundbeck de casi 94 millones de euros. Pero los
laboratorios de genéricos también recibieron multas por un total de 52,2
millones de euros. Y es que, como muestra el informe, estos acuerdos benefician
a las dos partes.
Materia ha
intentado conocer la opinión de este sector en España sobre este informe sin
conseguirlo. Ni la patronal de las farmacéuticas ni la asociación sectorial
española de genéricos ni la europea,ni tampoco algunos de los mayores
fabricantes de genéricos han querido opinar sobre estas prácticas.
"Hay que tener
en cuenta que el mercado de los genéricos de EE UU es muy diferente del
europeo", recuerda el profesor de trabajo social de la UNED, Miguel del
Fresno. En España, por ejemplo, el precio de los genéricos está regulado, lo
que desincentiva alguna de las herramientas que usa la industria farmacéutica.
Pero, aún así, del Fresno añade otra a la lista. En 2014, este investigador y
su colega Antonio López publicaron un estudio sobre la imagen
de los genéricos en Internet. Su conclusión principal es que
existe "una estrategia de comunicación explícita con un objetivo muy
claro: generar percepciones de riesgo a su alrededor para frenar su
aceptabilidad social".
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