Una vez que se
instala, el VIH nunca desaparece del todo del cuerpo de las personas que
infecta. A lo más que ha llegado la medicación antiviral –y no es poco– es a
hacer que desaparezca de la sangre del individuo. Pero el microorganismo se mantiene en los reservorios, lugares como el
sistema linfático, y por eso los afectados tienen que tomar la medicación
durante toda la vida: cuando no lo hacen, el virus sale de sus escondrijos y
reproduce la infección. Por eso la lucha definitiva contra el patógeno pasa por
saber qué ocurre en esos lugares. Ramón Lorenzo, de la Feinberg School of
Medicine en la Northwestern University en Chicago y uno de los firmantes del artículo en Nature que lo ha descrito, explica que había dos
posibilidades: que al ADN viral se mantuviera integrado en el de las células
que lo acogen de una manera silente, o que el virus
continúe su ciclo vital en los reservorios, aunque no pueda salir de ellos por
la acción de los antivirales que actúan fuera. Esta última ha sido la opción
que el equipo de investigadores ha encontrado.
Un médico toma una muestra de sangre a un hombre en Kampala (Uganda) para hacerle la prueba del VIH. REUTERS |
Para llegar a esa
conclusión, los investigadores tomaron durante seis meses muestras del sistema
linfático (los ganglios que hacen de reservorio) de tres personas que tenían el
virus controlado. Al analizar el ADN observaron que este mutaba, como es
habitual en cualquier virus que está reproduciéndose, pero no adquiría
resistencias a los medicamentos. "El virus es capaz de seguir replicando
de forma residual en estos compartimentos anatómicos", afirma por correo
electrónico Lorenzo. Además, los reservorios "proveen de virus al resto
del cuerpo, incluso cuando los pacientes están tomando fármacos de manera
efectiva", dice. Y añade: "Como los fármacos no llegan en
concentraciones óptimas a estos lugares del cuerpo, el virus no necesita
adquirir mutaciones de resistencia, que siempre son menos eficaces que el virus
original, para sobrevivir".
Consecuencias
terapéuticas
El descubrimiento
tiene importantes consecuencias terapéuticas de cara a curar a una persona del
VIH. Por un lado, se explican "los rebotes de carga
viral que se observan
cuando el tratamiento falla o se interrumpe". La carga viral mide la
concentración de virus en la sangre u otros fluidos corporales. La medicación
antiviral actual consigue en la mayoría de los afectados que la toman bien –es
decir, siguiendo las pautas– que esta sea tan baja que se la denomina
generalmente "indetectable" (aunque se puede medir). Por eso se
considera que una buena adherencia a la pauta farmacológica es la mejor medida para que un portador no transmita el virus.
Pero, aparte de explicar lo que pasa, hay otras implicaciones. "Actualmente los principales esfuerzos para curar el VIH se centran en activar las células latentes y eliminar el virus que hay en ellas. Nuestros resultados predicen que esta estrategia no funcionará completamente hasta que no se consiga también desarrollar medicamentos que puedan alcanzar las poblaciones virales de tejidos como los nódulos linfáticos", explica el investigador español. Es decir, va a haber que reforzar los estudios y ampliarlos, porque centrarse solo en los virus latentes no va a ser suficiente. "El desarrollo de nuevos fármacos con mayor eficacia en los diferentes tejidos del cuerpo en los que el virus se esconde y que son su principal fuente de producción durante el tratamiento, son indispensables para acabar con el virus", explica Lorenzo.
El científico lo resume así: "Hemos encontrado dónde se esconde el enemigo, ahora hay que ir allí y acabar con él".
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Pero, aparte de explicar lo que pasa, hay otras implicaciones. "Actualmente los principales esfuerzos para curar el VIH se centran en activar las células latentes y eliminar el virus que hay en ellas. Nuestros resultados predicen que esta estrategia no funcionará completamente hasta que no se consiga también desarrollar medicamentos que puedan alcanzar las poblaciones virales de tejidos como los nódulos linfáticos", explica el investigador español. Es decir, va a haber que reforzar los estudios y ampliarlos, porque centrarse solo en los virus latentes no va a ser suficiente. "El desarrollo de nuevos fármacos con mayor eficacia en los diferentes tejidos del cuerpo en los que el virus se esconde y que son su principal fuente de producción durante el tratamiento, son indispensables para acabar con el virus", explica Lorenzo.
El científico lo resume así: "Hemos encontrado dónde se esconde el enemigo, ahora hay que ir allí y acabar con él".
Fuente: elpais.com
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