Había leído una y otra vez ese folleto que le habían dado en la calle. “No más dolor. Un tratamiento único, 100% de efectividad”, decía aquella cartilla de propaganda. Había escuchado por la televisión a ese hombre breve, de aspecto esquelético, de mirada vidriosa, y fue en su búsqueda. Pero no lo encontró: el doctor Jaime Chejter no atendía personalmente. Lo recibió un lugarteniente suyo, el médico Hernán Alberto Rodríguez Montani.
De alguna manera, Rodríguez Montani adivinó el diagnóstico y le recetó el mismo día de la consulta un medicamento que, ni lerdo ni perezoso, ahí mismo le inyectó, con una prescripción: debía volver a los 30 días, con una radiografía de la columna. Volvió a los 30 días, volvió con el estudio radiográfico y entonces el médico le informó que no había cura posible, que todo era irreversible. De igual modo, le aconsejó realizar una rehabilitación acuática postural, técnica que en Paraná no se realiza, y le dio más inyectables, por las dudas.
Díaz no se convenció ni de la efectividad del Instituto Chejter ni de la sapiencia médica de Rodríguez Montani ni de la efectividad de los medicamentos que le recetaron, y fue con todas sus dudas al Ministerio de Salud de la Provincia. El Día de los Santos Inocentes de 2009 radicó una presentación que se caratuló así: “Denuncia presuntas irregularidades en la atención del consultorio del Dr. Jaime Chejter y Dr Hernán Rodríguez Montani”. Así empezó esta historia que todavía no tiene fin.
Ilegalidades. Este domingo de junio es frío; más frío es en este descampado de San Benito, a un costado de la ruta 18, donde vive Jorge Díaz, licenciado en Teología, adventista, un hombre de palabras justas, de notable lucidez, ahora hastiado de la estafa de la que fue víctima. “¿Por qué no pueden frenar a este delincuente?”, pregunta. (Leer más)
Fuente: http://www.microfonodigital.com
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