Cada vez hay más demandas
millonarias contra los laboratorios por ocultar información sobre posibles
efectos secundarios de un medicamento hasta el pago de sobornos
Cuando el exitoso abogado fue
contratado para representar en un juicio a un hombre que asegura que
medicamento para la diabetes le provocó cáncer, la industria farmacéutica supo
que estaba en problemas.
Imagen tomada de Internet |
Tras el alegato final de Mark
Lanier, que mencionó una desconsideración
imprudente por la seguridad del paciente, un
juez federal en Louisiana ordenó a
Takeda de Japón y a
Eli Lilly de EE.UU., el pago de daños y
perjuicios por la suma récord
de US$ 9.000 millones por ocultar evidencia de una posible relación entre su medicamento Actos (antidiabético usado para tratar la diabetes mellitus tipo 2) y el cáncer de vejiga.
Para Lanier, fue el último de una serie de triunfos frente a grandes
farmacéuticas. Se hizo conocido en EE.UU. hace una década, por ganar un juicio
por US$ 250 millones, contra Merck & Co iniciado por una viuda que culpó al
analgésico Vioxx de la muerte de su esposo por un fatal ataque al corazón.
La multa de su última victoria
legal es tres veces superior al récord de u$s 3.000 millones que pagó
GlaxoSmithKline por malas prácticas en la promoción de sus medicamentos en
2012. Los analistas sostienen que la suma es tan elevada que seguramente un
juez la reduzca y aún podría ser rechazada en una apelación. Takeda y Eli Lilly
insisten en que Actos es seguro y prometieron apelar el fallo.
Pero el juicio, en el que los
miembros del jurado oyeron cómo Takeda destruyó grandes cantidades de
documentos relacionados con Actos, se sumó a una serie de casos que pusieron a
toda la industria en el banquillo.
A primera vista no hubo una
conexión directa entre el fallo judicial de Louisiana y otros titulares
vergonzosos: una acusación de soborno contra GSK en Irak; una investigación
sobre supuestas prácticas anticompetitivas contra Novartis y Roche en Francia;
y un informe que asegura que el costoso antiviral Tamiflú no sería mejor que una
aspirina.
Sin embargo, de una u otra
manera, respaldan las acusaciones de críticos del sector que aseguran que las
grandes farmacéuticas anteponen las ganancias a la salud pública, desde elegir
las mejores pruebas clínicas para ocultar riesgos a la salud, hasta sobornar
médicos y bloquear medicamentos más baratos.
Dichas acusaciones son
rechazadas ferozmente por las empresas, pero incluso los líderes de la
industria admiten que han tenido cierta resonancia en el público.
En respuesta a las críticas,
algunas farmacéuticas como Roche, GSK, y Johnson & Johnson, anunciaron el
año pasado algunas medidas para abrir su información de pruebas clínicas a
revisiones independientes. Otros son más precavidos y citan la necesidad de
proteger su propiedad intelectual y la confidencialidad de los pacientes. Pero
la opción quizás ya no dependa de las compañías: el parlamento europeo acaba de
aprobar una ley que establece que los resúmenes detallados de los ensayos
clínicos deben ser públicos.
La presión no va a diminuir, dijo una alta fuente
de la industria.Hay
una movida hacia una mayor transparencia en todas las áreas de la sociedad. Es imposible
resistirse. Los desafíos no
son nada nuevo para las grandes farmacéuticas,
pero la tendencia las está obligando
a repensar sus estrategias de marketing ahora que se presta más atención a sus
vínculos financieros con los médicos. GSK anunció en diciembre que desde 2016
dejará de pagarle a los profesionales de la salud por asistir a conferencias
médicas o por hablar de sus productos. También eliminó los objetivos individuales
a su equipo de ventas.
Esa fue la respuesta a la
multa norteamericana por US$ 3.000 millones que recibió el grupo en 2012 por
comercializar en forma ilegal y a la investigación iniciada por las autoridades
chinas en julio del año pasado por supuestos sobornos a médicos. La revelación
hace días de que GSK está enfrentando acusaciones similares en Irak recalcó la
naturaleza global del desafío. Pero el grupo británico asegura que sus
modificaciones de las prácticas de marketing lo colocaron a la vanguardia de la
reforma de la industria.
A los ejecutivos del sector
les preocupa que la peor imagen de la industria les dificulte defender sus
precios, en un momento en que los presupuestos de salud caen en todo el mundo
desarrollado.
Mientras tanto, en Louisiana,
Lanier se prepara para atender a 2.700 personas esperando demandar a Takeda y
Eli Lilly. Fuente: cronista.com
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